Todos disfrutamos comiendo embutidos ibéricos, pero ¿de dónde viene esta tradición? En el siguiente post os ofreceros unas pinceladas de historia, en torno a tan deliciosos manjares.
¡Comenzamos este viaje en el tiempo!
Lo primero que debemos entender para recorrer la historia del embutido ibérico es que es una tradición que atraviesa gran parte de la tradición de nuestro país. Por algo es uno de nuestros símbolos gastronómicos más reconocibles y famosos en el exterior.
En el procedimiento que da lugar a los embutidos ibéricos interactúan diferentes naciones y épocas.
Para empezar, hace 3000 años antes de Cristo, los egipcios dieron un paso clave: la popularización de la sal como elemento conservante. Ese descubrimiento se fue propagando a lo largo de las naciones del Mediterráneo, hasta llegar a oídos de los íberos.
El fuego y la sal son dos elementos imprescindibles para la aparición de cualquier tipo de chacina, ya que permiten la conservación de la carne por mayor tiempo y así la carne obtenida durante las matanzas se podía consumir durante todo el año sin problemas.
El primitivo proceso de conservación fue adoptado por el Imperio Romano en el siglo tercero antes de Cristo. Sus ejércitos necesitaban alimentarse durante largos trayectos, y encontraron en los embutidos una manera de comer la carne que los soldados necesitaban. De una forma u otra, documentos posteriores dejan claro que en Roma era notoria la fama de los jamones y embutidos ibéricos llegados de Hispania. Sucede lo mismo más tarde, con la conquista visigoda y la llegada del cristianismo a la península.
En la época de Al-Ándalus sucede un fenómeno curioso. Los embutidos ibéricos pasan a identificarse como un símbolo de raíces cristianas y de resistencia frente al imperio árabe. Aquí es cuando dejan de ser un simple alimento para convertirse, poco a poco, en un referente culinario y cultural de la península.
La aparición de nuevos embutidos
Hasta este momento parecía que el jamón era el único que gozaba de un sabor sofisticado. Lo cierto es que ya existían otros embutidos, como el salchichón o el chorizo, pero no fue hasta el siglo XVI cuando empezaron a producirse con mayor éxito.
En esos siglos, la Ruta de la Seda y los barcos llegados de las Américas habían inundado Europa y en concreto los puertos españoles, de nuevos sabores y especias, como el pimentón o la pimienta, piezas fundamentales para mejorar el embutido.
A partir de la Revolución Industrial, la tecnología empezó a jugar un papel cada vez más importante en la producción de embutidos. Desde el ahumado hasta el curado.
En la actualidad, son los avances tecnológicos los que nos permiten producir el mejor embutido hasta el momento y consumirlo en lugares tan impensables en otros tiempos como el espacio exterior, o sino que se lo pregunten al astronauta Pedro Duque, que en uno de sus viajes llevó chorizo ibérico.
Hayan sido los egipcios, los romanos o las especias traídas de Oriente, una cosa está clara, la sensación en boca que produce comer unas lonchas de embutido ibérico Julián Martín, eso sí que es un auténtico viaje en el tiempo a una de las tradiciones más arraigadas.